Problemas en el paraíso

Los economistas tienen un problema: han permitido que la gratuidad forme parte de la ecuación del mercado y ahora no hay manera de despejarla para regresar al clásico esquema "vende, compra y paga" que todos los usuarios/consumidores practicábamos antes de 1995. Ahora en Internet no despega un negocio nuevo si no aparece la palabra "Gratis" en el catálogo de productos y servicios, aunque sea para la gama base. De lo contrario ningún inversor se fía de que la cosa vaya a funcionar ni ningún usuario/consumidor se decide a probar. ¿Cómo hemos llegado a esta perversión de la lógica económica?

Lo que más me diverte es ver cómo los expertos de los think tanks de prestigio se las tienen que ver con problemas tan cotidianos y cercanos al usuario/consumidor, del que suelen vivir alejados. Las miserias del consumo ocupan por una vez sus eruditos y espesos pensamientos; pero lo más divertido de todo es que sus soluciones tendrán que ser igual de cotidianas y cutres que las estrategias de todo hijo de vecino para, pongamos por caso, deshacerse de una visita plasta o llegar a fin de mes.

El artículo de Francis Pisani del pasado 10/04/2008 me reconforta porque viene a decir que la economía de lo gratuito no sirve para rentabilizar o expandir un mercado: quizá sea útil en momentos concretos (para desbancar a una marca rival, durante una fase de lanzamiento, para darse a conocer...), siempre en un contexto de "anormalidad", no como parte estructural del modelo de negocio.

Chris Anderson, el editor de Wired y padre de la teoría de la Larga Cola (Long Tale), de pronto lo tiene clarísimo:

«Ciertos precios bajan lo suficiente como para volverse insignificantes en las empresas. El problema, sin embargo, se plantea de manera distinta para los consumidores. "Cero define un mercado mientras todos los demás precios constituyen otro", escribe Anderson. "La enorme brecha psicológica que separa casi cero de cero explica el fracaso de los micropagos"».

Me encanta porque es prácticamente lo mismo que tres semanas antes escribía yo todo convencido (y me cito):

«El problema es que todas se estrellan contra la lógica aplastante del usuario/consumidor llevada con toda coherencia hasta sus últimas consecuencias (el cual, al fin y al cabo, exhibe la misma racionalidad implacable que caracteriza a las empresas): ¿Por que comprar algo muy, muy barato si lo puedo conseguir gratis?».

¿Estaré asumiendo sin darme cuenta o sin admitirlo los tics del gurú tecnócrata? Me da lo mismo; ahí van dos perlas más:

«Al estimar el valor de las cosas no podemos pensar que el dinero es el único elemento escaso. Pasa lo mismo con el tiempo y la reputación. Google, por ejemplo, transforma la reputación de un sitio en tráfico y de ahí en publicidad. "Cualquier cosa que se pueda transformar de manera continua en efectivo es una forma de moneda y Google está desempeñando el papel de banco central para las economías nuevas"».

«Sería un error, además, creer que los consumidores van a seguir aceptando eternamente producir gratuitamente contenidos para empresas multimillonarias de la Web 2.0 sin pedir más beneficios que el servicio ofrecido».

Es evidente que --para nosotros los usuarios/consumidores-- hay una enorme diferencia entre no pagar NADA y pagar MUY POCO; como también lo es que los primeros éxitos de lo gratuito en los inicios de la difusión y consolidación social de Internet se confundieron luego con la fórmula para generar beneficios vía publicidad. Los ortodoxos dirán lo que quieran, pero Google es la prueba viviente de que la economía digital funciona igual que cualquier cadena de televisión generalista: o conviertes audiencia en publicidad o te vas a la calle.

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