¡Tráete todo a Google! (y 3)

Versión beta 1 (23/06/2008): ¡Tráete todo a Google! (1)
Versión beta 2 (05/08/2008): ¡Tráete todo a Google! (2)

De manera que, con la tranquilidad que proporciona una fuente de ingresos en creciente progresión geométrica gracias a la publicidad, y un conjunto cada vez más diverso y universal de aplicaciones y servicios, Google está embarcada en la conquista de Internet sin perder de vista que la base de su negocio se encuentra en una actividad, digamos, residual: la indexación. Pero además la omnipotencia del Google sacude inevitablemente aquellos sectores en los que mete mano: GMail, por ejemplo, invirtió la tendencia generalizada a limitar el uso de cuentas de correo gratuitas; YouTube está modificando no sólo el hábito doméstico de ver la televisión sino la forma que tienen las emisoras (igual que las discográficas) de distribuir sus contenidos: la mayoría de las grandes cadenas del mundo han abierto su propio canal en YouTube, convirtiéndolo en una inclasificable mezcla de CNN, BBC, Vídeos de Primera (aquel antiguo programa de la tele lleno de caídas y golpes) y los antiguos foros de Usenet, todo junto y revuelto.

El principal inconveniente de reventar todo mercado en el que desembarca es que al utilizar la gratuidad como reclamo del usuario/consumidor la competencia queda seriamente amenazada por precio. Mientras que Google puede soportar una fase de lanzamiento lenta o adversa gracias a los ingentes beneficios de la publicidad patrocinada, la competencia, en cambio, se ve abocada a un terrible dilema: o entra en una letal guerra de precios (en realidad no existe tal guerra, ya que siempre será un precio casi igual a cero frente al cero absoluto ofrecido por Google) o busca ingresos alternativos que financien sus costes (en la práctica la publicidad, donde precisamente Google posee la mayor cuota de mercado). Puede parecer injusto, pero es un caso paradigmático de lo que los gurús denominan «mercado libre»; un concepto que se agita en cuanto esa supuesta libertad perjudica al negocio propio y se oculta bajo la alfombra cuando beneficia por alguna distorsión casual, artificial o interesada. A pesar de todo, la realidad es que Google está forzando con esta política --en los que el back end se financia gracias a terceras partes y se libera al usuario/consumidor del coste del servicio-- un cambio de fase en el diseño de modelos de negocio digitales que habrá que tener en cuenta. Quizá dentro de un lustro estas cosas se estudien en las facultades de Económicas de todo el mundo, de momento, ante la necesaria falta de perspectiva, es una simple polémica llenando infinidad de páginas en todos tipo de medios.

Finalmente, en 2008 asistimos a una explosión de servicios en los que el binomio indexación/resultados sigue siendo la piedra angular del entramado. Si la fórmula que proporcionó a Microsoft todo su poderío fue software propietario+servicios, Google añade un tercer elemento para convertirlo en la tríada software [casi siempre] abierto+publicidad+servicios. El resultado es una red de servicios web mayoritariamente gratuitos para el usuario/consumidor, sostenidos por una discreta publicidad contextual y una red de acuerdos con empresas a las que Google proporciona servicios de indexación a la carta. Mientras encontrar cosas en una maraña desestructurada de datos usando navegadores tontos como los actuales (no diseñados específicamente para la web semántica) sea una tarea ineludible, Google (o cualquier otro buscador que sea capaz de superarle) seguirá siendo el rey de Internet.

Ahora toca hablar de los agujeros negros de esta historia, porque los hay. El primero no es de tipo tecnológico sino socio-político: el volumen creciente de información personal, estratégica y/o inútil que acumula Google, a pesar de que ellos no se cansan de jurar que no la emplean. El segundo el vergonzoso acuerdo de autocensura con el gobierno chino (que afecta al núcleo de su actividad): distorsionar conscientemente los resultados de las búsquedas que se hagan en aquel país. Los términos tabú son «Tibet», «disidencia» y «derechos humanos»: la cuestión es que no están censurando la pornografía por pura mojigatería o el libre comercio por un prurito ideológico (completamente desfasado por otro lado), sino asuntos bastante más serios. El tercero es que la indexación automática no es suficiente, los conflictos, los errores y los engaños evidencian la necesidad de controles humanos: el caso más obvio es el goteo incesante de solicitudes de retirada de videos en YouTube por inapropiados o por petición expresa de los titulares de los derechos de explotación. Se trata de una labor farragosa que ofrecería una imagen negativa de Google, cuestiona la utilidad de tanta automatización y pone en entredicho las supuestas bondades de la autogestión (en este caso de los propios usuarios/consumidores). El riesgo de la supervisión humana es que se acabe creando un ejército de supervisores anónimos que se conviertan en algo así como el funcionariado del siglo XXI al servicio del Gran Indexador.

Por último, los retos de futuro, básicamente de tipo tecnológico: la unificación de cuentas para los múltiples servicios, un reto que exige una solución urgente, ya que la multiplicidad de puertas de acceso crea conflictos y obliga a mantener múltiples identidades y perfiles. Es un problema por resolver muy parecido al que trata de solucionar Microsoft --de forma excesivamente ambiciosa-- con su servicio Windows Live ID (antes conocido como Passport Network). Un ejemplo: hace unas semanas me enviaron un mensaje para que actualizara mi cuenta de AdSense, anclada y sin posibilidad de cambio (según me dijeron en su día) a una vieja cuenta de correo que únicamente mantenía por esa razón. Por supuesto que acepté, feliz de poder avanzar en la simplificación y comprobar que lo que yo denomino un reto es una preocupación para Google. Afinar la personalización de la publicidad (algo por lo que los gurús del marketing suspiran desde hace tiempo) sin resultar intrusiva ni poner en contra al usuario/consumidor es otro de los retos más importantes, puesto que está relacionado con la actividad que sostiene su negocio. ¿Dónde está el límite para Google? Lo que está claro es que será otro proyecto aún más ubicuo y universal que el del buscador (con todos los riesgos sociales que eso implica), o un cambio de costumbres tan radical que únicamente podrá sobrevenir debido a un estrepitoso fracaso que no alcanzo a vislumbrar. Puede que esto no sea suficiente después de tantas expectativas, así que para relativizar un poco el tema os dejo estos compendios de profecías y fiascos de la historia de informática.

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