Réquiem por Julian Assange

Julian Assange ha dicho que el rey está desnudo y ahora quieren borrar su nombre de la faz de internet. Los textos que ha filtrado en la difunta Wikileaks sobre las actividades de espionaje de las embajadas estadounidenses en todo el mundo sólo confirman lo que todos intuíamos por otros medios: que EE UU defiende sus intereses económicos donde sea y como sea.

Lo hemos visto demasiadas veces en el cine y leído en más de una novela: una teoría de la conspiración en manos de funcionarios de alguna oscura agencia gubernamental se atreve a manipular y desvirtuar la sacrosanta democracia en los EE UU. Al final el sistema siempre quedaba a salvo porque los corruptos actuaban a título individual; no se trataba de un mal estructural, sino de un uso pervertido y parcial. Si presidentes o congresistas tomaban decisiones equivocadas era porque estaban mal aconsejados.

Esta vez no hay error que valga: lo que revelan los documentos destapados por Assange no es el trabajo deseal de unos pocos embajadores salidos de madre, vinculados a un gabinete concreto, sino la puesta en práctica de una política sistemática de espionaje, no cuestionada por ningún inquilino de la Casa Blanca. Tampoco es para tanto: todo el mundo sabe que las embajadas son centros de espionaje legales, bendecidas por las anticuadas normas de la diplomacia internacional.

Assange se ha atrevido a airear las miserias de la política exterior estadounidense y ahora le llueven los cargos judiciales y se ha convertido en el fugitivo más buscado por la policía británica; sin contar con las descaradas maniobras para ahogar completamente su web. Tras el bloqueo del dominio original, los sucesivos intentos de alojarse en otros dominios han fracasado bajo la presión intolerable del gobierno de EE UU. Cualquiera que se atreva a alojar sus archivos será perseguido y acosado hasta que expulse fuera de sus servidores toda la basura que de pronto representa Assange. Ahora sólo queda lograr que el ICANN elimine directamente su dirección IP (la única forma que existe hoy por hoy de acceder a Wikileaks), de manera que sin ella parezca que ni el problema ni sus consecuencias hayan existido.

Algunos piensan que, una vez logrado eso, irán a pedirle a Google y a los demás indexadores de información que eliminen las búsquedas que hagan referencia al caso Assange/Wikileaks, como si por ese simple hecho fueramos a olvidar lo que hemos leído; como si pudieran echar marcha atrás y negar la existencia de algo que ya ha sido difundido. Incluso Wikipedia se ha curado en salud con una patética advertencia acerca del contenido de la entrada Wikileaks, como si no descartara que les obligaran a eliminarla. ¿Acaso el gobierno de EE UU cree que somos tan idiotas como para no relacionar la persecución descarada, ilegal y desproporcionada que hace de Wikileaks con la enfermiza obsesión del gobierno chino con Tiananmen? ¿No estamos ante un caso equivalente de censura, abuso de poder, prepotencia, incoherencia, negación de la realidad y desprecio total a la opinión pública?

Tanta basura esparcida en tan poco tiempo, tantos países puestos en ridículo, tantas declaraciones secretas de políticos, valoraciones personales... Parecía que el mundo se iba a poner en pie de guerra, que los embajadores serían llamados a consultas, que las alianzas se quebrarían, que se exigirían explicaciones de cancillería a cancillería... Pues nada de eso ha pasado. Los gobiernos se visitan, se llaman, y hacen como si la cosa no fuera con ellos. En parte porque es inevitable negar la verdad, y también porque no saben hacer otra cosa.

Y por último hablemos de los medios impresos a los que Wikileaks hizo partícipes de su información antes de filtrarla (The New York Times, The Guardian, Le Monde, Spiegel y El País). Todos se enorgullecían de haber sido elegidos por su prestigio, y se frotaban las manos con lo que pensaban iba a ser una forma de fidelizar audiencias, filtrando poco a poco titulares... Pero luego han visto que los lectores han pasado más bien de todo. De modo que esos titulares apocalípticos han ido empequeñeciéndose, y la noticia resbalando por la primera página. De la retórica pomposa acerca del papel de la prensa como garante de la bondad de los gobiernos se pasó en apenas tres días al mero cotilleo. Y luego la información sobre la persecución de Assange y el desmantelamiento de su web: todavía no he leído nada que censure abiertamente el comportamiento de EE UU. Mucha filosofía sobre política y derecho, mucha cobertura informativa, pero no veo que ningún medio tome partido en la defensa de un periodista ensalzado hace poco como referente de una nueva manera de entender el periodismo y ahora en busca y captura. Demasiados intereses económicos impiden a los medios de comunicación (especialmente a los que Assange escogió para compartir su filtración) indisponerse con el poder de unos EE UU cabreados que no se preocupan de guardar las formas ni de abusar de su posición. No olvidemos que el sistema de nombres de dominio sigue en manos de una entidad gubernamental estadounidense, y que, en esencia, Internet funciona porque lo tolera EE UU.

El desarrollo de los acontecimientos revela una preocupante actitud infantil por parte de los gobiernos (el de EE UU, los que colaboran en su búsqueda y los que niegan su apoyo a la web de Assange): como si acabar con el supuesto culpable y borrar toda huella de su trabajo fuera a dejar las cosas como estaban. Y luego a seguir como si nada, como si la memoria no existiera, ni hubiera gente con criterio y opinión propia, como si esos papeles no estuvieran ya circulando encriptados por las redes P2P. En definitiva, todo este asunto demuestra que es imposible controlar la información que circula por internet; y supone un paso más hacia su inevitable fragmentación técnica y física (lo que algunos ingenuos denominan la neutralidad de la red). Otro síntoma del final de la red única, no de la red neutral que nunca ha sido. Todo indica que Assange va a ser uno de sus mártires.

http://bajarsealbit.blogspot.com/2010/12/requiem-por-julian-assange.html

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